El régimen de visitas más que un derecho propiamente dicho se trata de un complejo derecho-deber cuya finalidad no es satisfacer los deseos o derechos de los padres, sino cubrir las necesidades afectivas y educacionales de los hijos. Se trata de fomentar el lazo afectivo paterno/materno-filial así como el deber parental de proteger la figura del otro progenitor tras la separación o divorcio, procurando que la situación no afecte a los hijos. A veces cumplir con el tiempo estipulado complicado, más aun cuando el custodio no quiere dejar ver al niño pero, ¿qué pasa cuando es el niño el que se opone?
A pesar de resoluciones claras que especifican que la opinión de un menor no debe ser determinante en estos temas en la práctica vemos que cada vez se va consolidando más el criterio de que “no se puede obligar al hijo a pasar tiempo con el padre o madre que no quiere ver” por motivos inconsistentes y sin ninguna lógica. Tampoco les gusta la verdura o el pescado, ¿obligándoles a comerlo tampoco estamos respetando su voluntad? Menores con tan solo 12, 13 ó 14 años se salen con la suya mientras los padres de una forma impasible respetan o, al menos, consienten esta decisión.
Son muchos casos los que llegan a nuestro despacho por el drama que supone para un padre que, de repente, su hijo se niegue a tener contacto como venganza por la ruptura. No es comprensible que, salvo que existan pruebas de que el contacto perjudica al menor (violencia física, psíquica, abuso sexual, alcoholismo, drogadicción…), se cumpla la voluntad de los hijos a una edad en la que la falta de madurez es obvia para tomar este tipo de decisiones.
¿Hasta cuándo seguiremos dejando algo tan serio en manos de los niños?